El País [CV] | 17-03-1997 Joan Francesc Mira · Escritor “Tenía la obligación de reconciliar los
conceptos en la práctica” Acaba de publicar ‘Sobre la nació dels valencians’, un
ensayo que ha levantado ácidas reacciones. En él, este valenciano nacido en 1939
se mete hasta el fondo y define el catalanismo político como una “utopía
prescindible” MIQUEL ALBEROLA Es sin duda el mas lúcido y penetrante
de los ensayistas valencianos posteriores
a Joan Fuster. Hace varios años, cuando escribió Crítica de la nació pura, un ensayo realizado con datos nuevos sobre el hecho nacional, no se le escapó que era necesaria otra crítica de la nación práctica, que llega ahora con el nombre de Sobre la nació dels valencians. El ensayo ha provocado airadas reacciones tanto por parte
de los que consideran una herejía la
renuncia al catalanismo político como de los
que consideran inventores de lo que implica
esta determinación: una fórmula
política nacionalista de estricta
obediencia valenciana. Pregunta.
¿Por que está causando
tantos efectos secundarios su libro? ¿El
contenido es tóxico? Respuesta. Espero que los efectos secundarios se reduzcan considerablemente cuando la gente haya consumido el producto en su
integridad. Y sobre todo cuando lo haya
digerido con una cierta calma y tranquilidad. P. ¿Se
está criticando sin conocimiento
de causa? R.
Parece que por razones objetivas es así. Una
gran parte de las opiniones que se
han publicado por ahí son anteriores a la publicación del libro. P. ¿Pone
el dedo en la llaga? R. Es un
análisis interno de la estructura de la sociedad valenciana en términos de conceptos nacionales. No he puesto el dedo en ninguna
llaga ni le he pisado el pie a nadie. P. En
la introducción dice que no
es un panfleto político
ni un programa político. ¿Qué
es Sobre la nació del valencians? R. Una
reflexión, básicamente, a la
cual he dedicado muchas horas y muchas lecturas de reflexiones y trabajos
aparecidos en los últimos
diez años. Pero si lo tengo que definir de alguna manera es una reflexión —para mí, seria— muy larga y muy meditada. P.
Unión Valenciana (UV)
recibió con un
volteo de campanas alguna de las conclusiones de su trabajo. ¿Se ha hecho usted
blavero o UV catalanista? R. Supongo
que ni una cosa ni otra. La
impresión que me hace es
que el portavoz o lo que sea de UV, que
parece que ha dicho no sé qué, que yo tampoco he leído, es que ha hablado antes de leer el
libro. Cuando se lo lean, si es que llegan a leerlo, es muy probable que no digan estas cosas. P.
Otros le acusan de plagio, o casi. Y de qué modo. R.
Suponiendo que las ideas tengan
padre, no tengo ningún inconveniente
en reconocer las paternidades necesarias.
Tanto es así que una de las
primeras notas del libro está destinada explícitamente a este apartado. P.
¿Confiesa que ha cambiado? R. No, y
por una razón. A lo largo
de toda mi trayectoria de compromiso
público no he sido ni
militante ni votante de ningún partido
que no fuera estrictamente
valenciano: ni del PSAN (Partit
Socialista d’Alliberament Nacional
dels Països Catalans), ni de Esquerra Republicana
de Catalunya, ni de nada de eso. Otros sí lo eran. Yo he sido siempre de partidos rigurosamente valencianos.
Por tanto, siempre he defendido en cuanto a
idea y proyecto político los términos
estrictamente valencianos. En este
sentido no he cambiado en absoluto. Sin embargo,
es cierto que me he encontrado con la
obligación de hacer una cierta
reconciliación de los conceptos en la
práctica. En términos estrictamente políticos, y haciendo diferencia de lo que
es la acción cívica, lingüística,
cultural o literaria, es una
simple adecuación de las
definiciones y los conceptos a lo que es el ámbito de lealtad, actuación y proyecto político. P. Los
que le frecuentan saben que usted pensaba así hace años. ¿Por qué lo publica ahora y no entonces? R.
Bueno, las he ido dejando caer
en artículos, ponencias, papeles...
De hecho, parte de este libro
ya lo había expuesto en público
y resultó muy aplaudido por
una considerable representación de los catalanes catalanistas de Cataluña, aunque ahora alguno de ellos parece que no ha entendido nada. ¿Por qué ahora? Es
cuando he tenido tiempo. P.
Dice que el valenciano es un pueblo confuso
nacionalmente. ¿Dónde toma cuerpo esta confusión? R. En la
larga etapa en que en el conjunto de Europa van cuajando y consolidando las definiciones nacionales, es decir entre los siglos XVI y XX, este país atraviesa un proceso de sustitución mental e ideológica,
en términos de lealtad y fidelidad
de las clases dirigentes y
dominantes. Este es el gran
secreto de la cuestión. Un proceso a
través del cual repetida y
acumulativamente, las clases
dominantes han ido produciendo una
desconexión de sí mismas
respecto al conjunto del pueblo valenciano.
Ha habido una identificación
con el proyecto castellano-español y una proyección sobre el conjunto de la población. Mientras en el resto de Europa aparecen procesos de
reorganización de otros espacios
nacionales sumergidos en los antiguos
imperios, aquí es imposible. El
bloque dominante está absorbido por el
proyecto castellano-español. No es
ninguna novedad. P. ¿Hay un momento particularmente decisivo en este proceso que usted llama “de decapitación”? R. Hay un momento crucial: principios del siglo XVIII. Las consecuencias de la guerra de las Germanías, su represión posterior, las consecuencias de la expulsión de los moriscos, las consecuencias de la invasión castellana y su decreto de nueva planta. La absorción en todos los términos de la palabra del Reino de Valencia, con todas sus instituciones, por parte del Reino de Castilla fue terroríficamente destructiva. La entrada de la masa ciudadana en la política a lo largo del siglo pasado ya se produce en términos ideológicos estrictamente españoles: Cortes de Cádiz, liberales, carlistas, progresistas, republicanos, monárquicos...
Blasquistas y llorentinistas, por ejemplo, estaban opuestos en sentido
político pero unidos en cuanto a la glorificación del nacionalismo español como
único espacio de identidad significativo. P. Sin embargo, la progresión no ha seguido en estos términos. R. Es importante remarcarlo. Cien años después, el proyecto de españolización castellanista radical, con todas las fuerzas activas, intelectuales y políticas a favor, no se ha cumplido. La recuperación, aunque sea como actitud manifesta, que será insincera y no será honesta si se quiere, pero está ahí. Y en unos términos inimaginables hace cien años. La posibilidad de un terreno de juego valenciano es más perceptible que hace un siglo. La historia ha ido exactamente al contrario de lo que imaginaban los señores Vicente Blasco Ibáñez y Teodoro Llorente. P. Tampoco ha ido como... R. Se habían ilusionado algunos hace 35 años. Es evidente. Y eso da que pensar. P. ¿Hubo un exceso de optimismo en los nacionalistas de los años sesenta? R. Era un exceso de optimismo propio del momento: se insinuaba la democracia. ¿La democracia ha significado lo que pensábamos hace 35 años? Tampoco. Pero no hay que renunciar a estas
actitudes idealistas en lo que tienen
de movilizadoras, porque han
sido útiles y positivas. P. El saldo puede haber sido útil y positivo, pero ¿fue un error político ser tan iluso? R. ¿Fue un error político que tanta gente fuera marxista hace 30 años? ¿Que pusieran el
ideal de la democracia en un
punto tan perfecto y tan elevado?
Si hace 30 años hubiésemos
planteado las cosas en otros términos
menos ideales, menos utópicos
y más próximos a la
evolución histórica y la
consistencia real de la sociedad
valenciana, ¿determinados planteamientos
habrían tenido más éxito? No lo sé.
Pero aquí el gran obstáculo ha sido
la reacción de todas las fuerzas de la derecha
eterna castellano-española y la falta de
decisión y claridad por parte de la izquierda mayoritaria y dominante. Me parece diáfano. P. ¿Por qué se apostó por el catalanismo y no por un modelo exclusivamente valenciano? R. Hubo una reacción contra las posiciones más contrarias al sistema dominante. Del mismo modo que se optó por ser extremadamente de izquierdas, marxista y anticapitalista. ¿Qué se podía ser sólidamente contra el dominio castellano-español? Catalán. Si se observa la historia política de este país, es verdad que esas posiciones intelectual, conceptual y unívocamente catalanistas han tenido una transferencia mínima en términos políticos. Los partidos políticos que se organizaron eran básicamente valencianos, como el PSV (Partit Socialista Valencià) y
el PSPV. Otra cosa es la
trayectoria que han seguido. P. ¿Era poca cosa ser valencianos? R. También hubo algo de eso. El grado de negación del
propio país era tan fuerte que era necesario
ser algo más sólido para hacer
frente al avasallamiento
castellano-español. P. ¿Valía la pena
la reacción que se generó? R. No la valía. Si algunos de nosotros
nos hubiésemos parado a pensar en el tipo de reacciones que se podían producir, posiblemente hubiésemos tenido un grado de prudencia que a menudo no se ha tenido. Esta
sociedad, dada su historia reciente y contemporánea,
no estaba preparada para recibir esta clase de mensajes, sobre todo planteados en términos de blanco y negro y sí y no. Y mucha gente lo interpretó en términos de antagonismo catalán-valenciano.
Manipuladamente y malintencionadamente, si se quiere, pero es una realidad negativa que ha producido demasiadas divisiones internas y más
confusión. P. ¿La confusión tiene
beneficiarios en los dos bandos? R. En un solo bando. En el bando de siempre: el de la derecha política, sociológica e ideológica valenciana. P. Dice en el libro que “es inútil negarse a aceptar la senyera coronada” R. Entiendo por inútil lo que no es útil. Lo digo en esos términos. Aceptarla es un hecho de la realidad. Una gran parte de la población de este país la ha aceptado de una manera normal y no conflictiva. Es un símbolo donde se reconoce parte muy considerable de esta sociedad. Y aquí paz y allá gloria. En este libro no hago cuestión de principio del tema de los símbolos. Defiendo que no es bueno para una sociedad que haya dos universos simbólicos antagónicos: deberían ir juntos. Y eso no significa la negación de que la única senyera históricamente documentada es la de las cuatro barras. P. ¿Su nuevo ensayo y la presidencia de Acció Cultural del País Valencià son compatibles? R. Acció
Cultural del País Valencià, que cuenta entre 6.000 y 7.000
socios, nunca ha sido una entidad
con una ideología u opción
política determinada. Es lo suficiente
amplia, múltiple y plural,
y por tanto no veo ningún inconveniente
para seguir siendo su presidente. |
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