La Vanguardia · Culturas | 19-03-2003
Premio Sant Jordi Revelación en Valencia JULIÀ GUILLAMON En 1981 un grupo de escritores jovencísimos acudimos por
primera vez a los Premis Octubre. Nada más llegar, nos metieron “com uns
pollets” en un teatro del barrio del Carme a escuchar al gran filólogo Manuel
Sanchis Guarner. “¿Cuáles son para usted las mejores novelas valencianas de los
últimos años?”, le preguntaron. Sanchis señaló “Crim de germania” de Josep
Lozano, “Tots els jocs de tots els jugadors” de Joan Oleza y “El desig dels
dies” de Joan F. Mira. Yo era entonces muy aplicado, al regresar a Barcelona me
las leí las tres. En el libro de Mira
descubrí unos valores poco comunes: una percepción de la historia personal
relacionada con los grandes ciclos antropológicos, una voz narrativa entre la
confesión y la necesidad de objetivar las propias experiencias a través de la
cultura. En 1989 Mira publicó “Els treballs i el dies”, que trasladaba los
trabajos de Hércules a la Valencia posmoderna. Para los autores más despiertos del
“baby boom” fue un libro de culto. Releída varias veces me parece unas las mejores
novelas catalanas del siglo XX. Este “Purgatori” es su continuación y, desde
que se anunció, me desvivo por leerlo, lo anhelo, lo espero. Es una
novela sensacional. En “Els treballs i els dies” Mira adoptaba un tono de
grotesca fantasía para parodiar el afán de Jesús Oliver de reconstruir el orden
perdido (ciudad ideal, biblioteca completa, libro total). Aquí ha depurado el
estilo y ha conseguido una sobriedad y una complejidad de discurso que le
permiten afrontar el dolor y el sufrimiento humano, la decadencia y la muerte,
con una dicción severa, reservada sólo a los más grandes. Mira describe la
evolución de un enfermo terminal de cáncer, de manera realista y a la vez
simbólica, a la manera de Espriu en “El doctor Rip”. El cáncer de pulmón de
Josep Donat es un reflejo de la enfermedad que sufre Valencia, una explosión de
síntomas anómalos que proceden del fondo del sistema. Como Hans Castorp en “La montaña
mágica”, Salvador, el hermano, atraviesa las diversas instancias de dolor, en
un proceso de depuración, una educación penitencial que le llevará a superar
los remordimientos e iniciar el camino hacia una nueva existencia. La novela se
compone de una serie de itinerarios por la Valencia de las nuevas urbanizaciones
y los ensanches, sometida a cambiantes efectos de luz que realzan su carácter
espectral. Salvador Donat cubre los siete sectores del purgatorio a pie, en una
vieja Harley Davidson matrícula de Río Muni y en un Mercedes con chófer negro
(el Virgilio de esta “Comedia”, Teodor Llorens, hijo natural de un marchante de
maderas y homónimo de uno de los padres de la Renaixença valenciana). Las
páginas que Mira dedica a El Corte Inglés, paraíso de siete niveles, o a los
culebrones de la tele, moderno rosario de goce y dolor, están llamadas a
hacerse leer mientras dure el paradigma actual del individualismo de masas.
Como los retratos alegóricos del enfermo de sida, de la putilla heroinómana,
del presidente del “casal faller”. Como la descripción de la enfermedad del
hermano, el ambiente de la UCI, las bromas a las ex esposas a lo “Volpone”, la
última cena de empresarios en el Restaurant Savarin Cuisine, el entierro que
señala para Salvador la pérdida del “darrer lligam directe amb els inicis de la
propia vida”. Tras la
primera lectura sobrecogedora, uno puede entretenerse comparando imágenes y
símbolos con la traducción de la “Comedia”. Descubrir que los arrepentidos de
última hora que aparecen en el canto V son los tres accidentados que la
Valenciana d'Ambulàncies transporta de madrugada al hospital de la Fe. Que la
caricia de Matilde en el ascensor equivale a las siete letras “P” que un ángel graba
en la frente del poeta al entrar en el purgatorio. Que las almas de los ilustres
que salen al encuentro de Dante y Virgilio en el canto XI son los patriarcas del
callejero y las estatuas que decoran replazas y paseos: Teodor Llorente, el
Marqués del Turia, importador del guano que multiplicó la productividad de la
huerta valenciana.Que cuando Mira alude a los asistentes al entierro como hormigas
“que es troben, es saluden, es besen amb els mínims besos seus, amb el mínim
contacte d'un mínim instant”, la imagen procede de unos versos del canto XXVI:
“Sense deixar la fila fosca / les formigues es toquen el musell / i s'espien
potser camí i fortuna”. Entre los
muchísimos aciertos de este libro yo destacaría la confrontación de caracteres
entre los dos hermanos (el empresario de éxito, baranda, putero; y el médico
rural, que dedica todos sus esfuerzos a desaparecer del mapa, y que acaba
adoptando la mirada y el lenguaje de los cartujos). A partir de la trama de “La
Divina Comedia”, que manipula a voluntad, Mira suspende consideraciones acerca
del dinero, del poder, del sexo, reflexiones sobre la fractura de generaciones,
sobre la negligencia de los próceres valencianos, el olvido del pasado (incluido
el pasado colonial, la riqueza que llegó a Valencia desde Guinea). Gracias a su
esencial realismo, la novela consigue captar la agitación de la vida moderna
sin perder nunca el tono solemne, patético, que pasará como una de las grandes
aportaciones de esta novela a la prosa catalana contemporánea. “Purgatori” es
un libro impecablemente resuelto e inacabable. Demuestra que, en contra de lo
que algunos van rajando por ahí, nuestra literatura está a punto para producir
grandes obras. Bendito sea Sant Jordi. |
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