El
País [Comunidad Valenciana] | 15-12-2004 ENTREVISTA:
JOAN F. MIRA Escritor y traductor “He
traducido los Evangelios como habría traducido una novela”
Isabel Obiols Dicen
las últimas palabras del Apocalipsis que aquel que ose poner o quitar nada del Libro
de la Revelación recibirá las plagas y perderá su parte en el árbol de la
vida y la ciudad santa descritas en él. Es una amenaza solemne a la que el
escritor, antropólogo y profesor de griego y cultura clásica Joan F. Mira
(Valencia, 1939) responde con divertida distancia. Estos días presenta una
traducción del griego al catalán de los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y
Juan, los Hechos de los Apóstoles, la Carta de Pablo a los Romanos y,
finalmente, del Apocalipsis (editorial Proa): “En efecto, se dice que no se le
puede quitar ni añadir nada. Esto entra dentro del concepto de palabra
revelada. Pero éste, en principio, no es mi problema... Yo no he querido tocar
ni añadir nada, sino hacerlo de un modo distinto”. Los textos del Nuevo Testamento
traducidos por Mira distan bastante de las traducciones que existen en catalán.
Mira ha procurado restituirles su dimensión “narrativa” y depurar al máximo las
palabras y expresiones que se han ido cargando de ideología y doctrina. Trata
de reproducir cómo debió ser la lectura de un contemporáneo “medianamente
culto”. Así, por ejemplo, utiliza alè sagrat (aliento sagrado) en vez
Espíritu Santo, esclat (estallido) por Gloria, culpa o error
por pecado, exemple (ejemplo) o comparació (comparación) por
parábola, despertar-se (despertarse) o alçar-se (alzarse) por
resucitar, copa por cáliz, y carta por epístola. Ha eliminado las notas a pie
de página y los títulos y numeración de los versículos que “sólo están ahí para
transmitir más claramente la doctrina y facilitar las citaciones”. Resume Mira:
“Todo esto condiciona la lectura y yo he querido descondicionarla”. Pregunta.
¿Cómo? Respuesta.
He querido enfrentarme a los textos sin prejuicios, sin la ideología y la carga
conceptual que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo. He tratado de
distanciarme de las traducciones más o menos doctrinales y trabajar con las
mismas condiciones y criterios con que habría traducido una novela. He
procurado ser fiel al sentido original y evitar el uso de palabras reducidas al
contexto cristiano, como podrían ser parábola, pecado y cáliz. P.
¿Por qué los Evangelios? R.
No hay ningún otro libro en la historia de la cultura europea que haya tenido
la influencia del Nuevo Testamento. Es el libro con más influencia, no
sólo desde el punto de vista religioso y doctrinal, sino también en el
imaginario popular, entre la gente culta y la no culta. Y es un libro, como
sucedía con la Divina Comedia que traduje al catalán hace unos años, que
no se lee o que sólo es leído a fragmentos o por la gente que busca una orientación
de tipo doctrinal. El lector normal de literatura no lo lee, lo ve como un
texto distante porque las traducciones que existen están pensadas solamente
desde el punto de vista de su función doctrinal. P.
¿Qué le parecen las traducciones disponibles en catalán? R.
Son buenas, homologables a las que se pueden encontrar en castellano, italiano
y francés. La que me gusta más es la versión de Montserrat, de 1960, a pesar de
que su lenguaje no es el que tendría cualquier otra traducción de narrativa,
sino que tiene un tono más solemne. La Bíblia Interconfessional es
buena, pero con algunos puntos discutibles porque me parece que se quiere
ajustar demasiado a la doctrina. Y la de la editorial Claret tiene un lenguaje
popular... P. ¿Qué
puede aportar la lectura de los Evangelios a un lector laico de hoy? R.
Por lo pronto, una lectura tranquila y agradable de unas narraciones que pueden
ser disfrutadas por cualquier lector, con independencia de la dimensión
religiosa. Además, su componente prodigioso es muchas veces precioso, los
consejos o doctrina, expresados en un lenguaje normal, tienen una gran belleza
literaria cargada de metáforas e imágenes poéticas. Ahora bien, ¿es esto
literatura de alto nivel cultural, como los grandes clásicos? Hombre, no son
Sófocles ni Platón, pero su forma es muy original. P.
Da la impresión que la traducción que dista menos de las precedentes es la del
Apocalipsis. R.
Puede ser. Seguramente porque el Apocalipsis no utiliza tanta terminología de
la que después se ha ido cargando de sentido ideológico. Es una narración mucho
más plástica, y tiene aquel lenguaje un poco onírico que se presta a que las
traducciones sean más parecidas. No es posible quitarle solemnidad a la
traducción porque este libro ya es solemne en origen. P.
¿Qué diferencias ha encontrado entre este trabajo y el de traducir la Divina
Comedia? R.
Es diferente porque la Divina Comedia tiene un componente poético, algo
que hay que tener muy presente. Aquí tenía que encontrar un lenguaje
comprensible de una forma distanciada sin tocar demasiado toda una tradición de
lectura... Y nunca acabas de saber cuándo aciertas del todo. Siempre te quedas
con alguna duda... Pero ésta es la gracia de la cosa. |
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