La Vanguardia · Libros | 22-09-2000
El amor que mueve el cielo y las estrellas Mira ofrece una nueva y excelente versión catalana del
poema de Dante Jordi Gàlvez
Tres
son los libros que la literatura catalana ha querido como si de verdad fueran
suyos: la “Odisea”, el “Quijote” y la “Divina comedia”. Sn en cierto modo
nuestros clásicos suplentes mientras los de aquí no acaben de aposentarse del
todo; ricos arsenales de ideas plausibles y de lujos verbales que, por si fuera
poco, cuentan los tres grandes viajes o errancias del hombre. A una cultura tan ambulante, tan
metida en tránsito como la nuestra, esto le tenía que gustar a la fuerza, y así
nos los pusieron bajo el brazo Carles Riba, Martí de Riquer y Josep Maria de
Sagarra, entre otros grandes divulgadores, para mayor gloria nuestra y
conocimiento de lo que significa la literatura de verdad. Un libro inolvidable Sí, los tres por igual son títulos irrenunciables de nuestra
cultura y antídoto contra cualquier acervo común que valiera o valiese. Porque
puestos a quedarnos sólo con uno, qué duda cabe que la “Commedia” tendría las
de ganar. Los catalanes han querido mucho a este libro mágico, no se sabe si
hecho por el amor de Dios o de Beatriz, la mujer que dio a Dante una vida
nueva; un libro sobre el horror y el goce del mundo, sobre las esquinas de la
vida, el enorme poder del tesón, el papel del error y el de la solución, sobre
la ilimitada capacidad del hombre en soñar y crear belleza. Un libro
que, no se puede olvidar, por un lado se mete con la “avara povertà” de
Cataluña y, por el otro, hace un extraordinario homenaje a nuestra cultura al
hacer recitar ocho versos a Arnaut Daniel en occitano. Y decir occitano, y en
esos tiempos aún más, es casi como decir catalán. Leída con avidez por Bernat
Metge, Ausiàs March y el autor del “Curial”, ha fascinado a muchos escritores
catalanes, de Jacint Verdaguer a Pere Gimferrer. Traducida por primera vez al
catalán en 1429 por el poeta Andreu Febrer, cuenta además con las versiones de
Antoni Bulbena (1908), de Antoni Espona, de Narcís Verdaguer i Callís (1921),
de Llorenç Balanzó (1924) y la de Josep Maria de Sagarra (1952), tan fastuosa
como fiel. Joan
Francesc Mira (Valencia, 1939) es un perfecto ejemplar del amor catalán por
Dante. Antropólogo y escritor, profesor universitario de griego y filólogo, uno
de nuestros intelectuales más competentes, es un valedor de la cultura en
mayúsculas. Sin duda era la persona más indicada para ofrecernos esta nueva y
entusiasmadora versión de la gran obra Dante: sus resultados son mucho más que
buenos. Mira nos ofrece una competente traducción, de tono humilde, muy pegada
al texto original y con la inequívoca intención de ayudar siempre a lector. La
suya es una versión muy instrumental, que sistemáticamente, con agilidad y
fidelidad, dice en catalán lo que Dante escribió en italiano, con sólido
registro y sin pirotecnias: Mira no va de estrella ni quiere deslumbrar al
respetable. Como sólo hacen
los grandes traductores literalmente se volatiliza, se hace inocuo, desaparece
de escena para no robar ni un ápice de protagonismo a Dante. Mira es como un
cristal: el lector lee el libro a través de él y gracias a él, pero es como si
él no estuviera. Exactamente lo contrario que pasa con la traducción de
Sagarra. Los lectores
que estén acostumbrados a ella quizás quedarán decepcionados con esta que hoy
comentamos. No es, como la de Sagarra, una reelaboración literaria ni una
efervescente explosión de creatividad verbal. No es una versión de escritor
sino un habilísimo ejercicio de traductor. Los últimos
setecientos treinta días (con sus noches) de Joan F. Mira, en efecto. Pues dos
intensos años de esfuerzo ha empleado Mira en esta nueva traducción de la
“Divina comedia”. Los aciertos son muchos, la inmensa mayoría, pero también ha
adoptado soluciones discutibles. Por ejemplo que la suya sea una versión en
verso que rima cuando puede y cuando no, lo deja sin más (quizás hubiera sido
mejor o traducir siempre con rima o evitarla sistemáticamente: la “Comedia” es
también un inmenso poema y la métrica tiene sus normas que uno no puede
saltarse a la torera). Sería injusto, sin embargo, buscar demasiados pelos en
la sopa de Mira. El suyo es un plato cocinado con talento y mucho esfuerzo. A modo de
celebración de este auténtico acontecimiento literario, he aquí, en el recuadro
adjunto, unos entrantes que se pueden degustar: el famoso fragmento de Paolo y
Francesca (V, vrs.127-138) encarado con el original de Dante y la clásica
versión de Sagarra.
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