La Vanguardia | 26/11/2008 “Valencia es la metáfora de este mundo que no se
entiende” Joan Francesc Mira, escritor, que publica la novela ‘El professor
d’història’
Rosa Maria PiñolJoan Francesc Mira (Valencia, 1939) inició hace dos décadas, con la novela Els treballs perduts, la que sería una ambiciosa trilogía narrativa ambientada en su ciudad. Valencia como símbolo del mundo y excusa para intentar interpretarlo y entenderlo. Aquel libro, editado en 1989, recreaba el mito de los trabajos de Hércules y retrataba la Valencia medieval. En el 2003 prosiguió el proyecto presentando en Purgatori (premio Sant Jordi) una exploración de la Valencia contemporánea con la Divina Comedia de Dante como referente. Ahora, el escritor, helenista y antropólogo cierra la trilogía con El professor d´història (Proa), novela concebida a partir del mito de Fausto. El relato arranca con la última clase que, antes de jubilarse, imparte su protagonista, un profesor de historia contemporánea, y que es una brillante reflexión sobre el sentido de la historia. Hace casi veinte años que inició esta trilogía. ¿La concibió como tal desde el principio? La
concebí como trilogía y sabía cuál era su base y que me costaría mucho tiempo
acabarla. Mi objetivo era aprovechar temas, recuerdos, experiencias, alegorías,
mitos y paisajes urbanos para, con todo ello, intentar crear una obra
artística. Son tres miradas distintas sobre Valencia y, a la vez, tres propuestas de reflexión. Tienen,
sí, en común el paisaje externo: la ciudad, en tres espacios urbanos, que
representan tres momentos diferentes de la historia europea. La ciudad
intramuros, medieval; la ciudad que se ensancha, en la modernidad, con el
nacimiento de la burguesía y de otra mentalidad; y, en esta última, ese
fenómeno tan reciente de la creación de otro espacio urbano que se construye
fuera. Si hablara de Barcelona, sería la zona de la nueva Diagonal y del Fòrum.
En el caso de Valencia es la Ciutat de les Arts, que ya no es la continuación
de la historia sino una historia nueva, otra cosa visual y sociológicamente. Los tres protagonistas, aunque con identidades distintas, parecen representar al mismo contemplador perplejo. Son
tres personajes inadaptados, perplejos. Y su interior funciona como un espejo
de lo que están observando, sin ellos integrarse en esta acción. Por otra
parte, las tres novelas están basadas en claros elementos alegóricos. Esta
última, en una gran obra de la contemporaneidad como es el Fausto de
Goethe, con el que arranca un momento cultural. Y también el mito de la
imposibilidad de entender el mundo. El
año pasado, cuando trabajaba en El professor d´història, declaró que
estaría ambientada en la “Valencia marciana” de la “no ciudad” de les Arts i les
Ciències, que a usted le disgusta. Hace
veinte años imaginaba la tercera novela como reflejo de estos elementos urbanos
añadidos. Pero no imaginaba que llegaría a ser un elemento tan espectacular. La
Barcelona del Fòrum o la Valencia de la Ciutat de les Arts no son producto de
la evolución natural de la ciudad sino de decisiones externas. Son lugares no
para vivir sino para quedarse boquiabierto ante la espectacularidad: o los
miras críticamente o te embobas como un turista. Mi personaje se refiere al Palau
de les Arts diciendo que se parece a un fósil de monstruo de tiempos futuros,
un caparazón antiguo o una forma extraterrestre. Por eso, cuando debe abandonar
su casa y trasladarse a vivir allí se siente descolocado y observa con
escepticismo toda esta artificiosidad y exhibicionismo. Pese a narrar una historia, su novela es ensayística. La idea de fondo es la dificultad de entender el mundo, y paradójicamente esta imposibilidad la encarna un profesor de historia. Exactamente,
y eso es deliberado. Me costó decidir la identidad del personaje. Tenía que ser
alguien capacitado para hacerse aquel tipo de reflexiones. Y la máxima paradoja
era hacer que se hubiera dedicado a estudiar la historia contemporánea. ¿Valencia es la metáfora de este mundo incomprensible? La
ciudad es, en efecto, la metáfora de este mundo que no se entiende. Pero no son
novelas de la ciudad, sino historias que transcurren en ella y la aprovechan. Su personaje encarna la perplejidad en el inicio del XXI. Todos
los protagonistas de mis novelas comparten esa perplejidad. Aunque este es el
más contemplativo de todos. Debo decir, sin embargo, que la novela no es un
ensayo de interpretación, sino que integra elementos de reflexión en la
experiencia del personaje y en la narración. El relato lamenta la pérdida de la cultura clásica. Sí,
especialmente a través de la figura de Irene, la mujer del protagonista. Ella
es especialista en cultura griega, y le explica a él los mitos, pero es una
mujer enferma y encarna simbólicamente la disolución de la cultura clásica. Su
decadencia física es alegórica de esta pérdida de los autores clásicos. Evoca a
la Helena del Fausto, que encarna el intento de reintegración de la
cultura griega en la contemporaneidad de Goethe. En la novela desliza muchos comentarios críticos, que abarcan desde la “mediocridad” de los políticos locales hasta la televisión “inmunda”. Sí,
pero no quiere ser un texto en la línea de Bernhard, criticando ferozmente e
insultando, sino que responde a una reacción crítica coherente con el
personaje. |
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