Abc | 30/10/2004 Entre
Valencia y Hollywood
Sergi Doria Se
cumplen setenta años desde que vio la luz La
vuelta al mundo de un novelista, fruto
del viaje que Vicente Blasco Ibáñez y su segunda mujer, Elena Ortúzar, realizaron
en el trasatlántico «Franconia». Por aquel entonces, el escritor valenciano ya
contemplaba la vida desde la cima de la fama, en la Fontana Rosa, su lujosa
residencia de la Costa Azul. En las cubiertas de sus novelas de la editorial
Prometeo sus títulos se contaban por centenares de miles de ejemplares. De Los
cuatro jinetes del Apocalipsis o Sangre
y arena, encarnadas en la
pantalla por Rodolfo Valentino, se decía que eran los libros más vendidos en
Norteamérica después de la Biblia.
Josep Pla visitó hacia 1921 a Blasco. El
ampurdanés destacó sus formas aparatosas y el populismo republicano rayano en
lo superficial, pero reconoció que ningún otro escritor de lengua castellana
había llegado a la difusión y el rendimiento del «voluminoso valenciano» en
quien veía un intuitivo «de una casi asilvestrada espontaneidad, desprovisto de
las molestias de cua1quier lectura obsesiva, sin una erudición que lo frenara:
un impresionante escritor primario-primigenio». Marginado por su generación —la del 98—,
que envidiaba sus éxitos, y por los tratadistas, que escribieron su nombre en
minúsculas bajo el epígrafe de Naturalismo; ocultado como icono republicano
por el franquismo, ninguneado por el nacionalismo catalanista, que lo
consideró «españolista», Blasco Ibañez no fue reconocido académicamente hasta
1998, con motivo del centenario de La
barraca y setenta años después de su muerte. Ahora,
otro levantino, Joan Francesc Mira, recorre la «prodigiosa historia de Vicente
Blasco Ibáñez». «Historia» y no «vida», porque su peripecia vital atesora los
ingredientes de la más apasionante novela. Hijo de unos prósperos comerciantes del
mercado de Valencia, Blasco fue un estudiante mediocre y el revolucionario
anticlerical que pergeña una aburrida novela de tesis como La
araña negra (1898), pero también el metabolizador del ambiente
valenciano de Arroz y tartana
(1894), Flor de mayo (1895), La
barraca (1898) y Cañas y barro (1902). La
vuelta al siglo Las
doscientas fotografías que acompañan la biografía ilustran lo que fue la vuelta
al siglo de Blasco Ibáñez. Desde los días enfebrecidos en El
Pueblo, diario que fundó en
1894, al recibimiento que le dispensan 80.000 almas, cuando arriba a Argentina
para colonizar las tierras Río Negro con efigies de Cervantes y agricultores
de la huerta levantina. Blasco comparó sus obras con «el torpedo que parte
vertiginosamente: unas veces toca en el blanco deseado, otras se pierde sin
éxito en el vacío; pero cuando estalla, lo hace con una brevedad instantánea y
tumultosa». De todo hay en su bibliografía:
descripciones sensoriales, como la atmosférica obertura de Arroz
y tartana, y títulos para
olvidar. Mira deja de lado el «pecado» de Blasco —superficialidad comercial,
argumentos esquemáticos— y se deja seducir por su vitalismo. Esta semblanza
didáctica es un primer mojón hacia la biografía monumental que merece el autor
más internacional que dio España en el primer tercio del XX. |
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