Joan F. Mira - Tria de textos
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Joan F. Mira | El Temps, núm. 1519 | 23/07/2013   Imprimir

Las Casas: l’horror, 1

Ja sabran disculpar-me lectors estimats, si aquests dies del ple de l’estiu, de calors i vacances, cervesetes i sol a la platja, els propose lectures cruels, tan allunyades, aparentment, de tot fet o interès actual. Però és el cas que jo mateix, aquest mes de juliol, en comptes de consumir llibres lleugers, he llegit, entre altres volums consistents, la Brevísima relación de la destruición de las Indias, de fra Bartolomé de las Casas, bisbe de Chiapas, obra tan coneguda de nom com desconeguda de fet, i de la qual he pensat que els podia oferir una curta antologia: tria de textos amb escàs comentari. Textos com aquest, que il·luminen l’obra exemplar dels conquistadors espanyols, la manera com van tractar aquelles gents: “Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte hasta hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto grado que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales dellas docientas personas.” Un “cuento” vol dir un milió, i Las Casas exagera: la població de La Española (Santo Domingo) no va baixar en pocs anys de 3.000.000 a 200, sinó “únicament” de 1.000.000 a 20.000! Però continuem: “De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles por sus crueldades y nefandas obras, han despoblado y asolado, y que estan hoy desiertas, estando llenas de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Portugal y Aragón en ellos... Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías y infernales obras de los cristianos injusta y tiránicamente más de doce cuentos de ánimas, hombres y mujeres y niños...” Las Casas, ací, es queda curt: els càlculs actuals indiquen que la població destruïda en poques dècades, entre les illes i el continent, va arribar als 20.000.000. Segurament, en tota la història del món, mai tan pocs van fer tant de mal a tanta gent. Perquè els destructors eren molt pocs, a penes un grapat de milers en total, i els destruïts van ser innombrables. Per procediments com aquest, quan ocupaven poblacions indefenses: “Los cristianos, con sus caballos y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades en ellos. Entraban en los pueblos ni dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres y daban de cabeza con ellas en las peñas... Otras criaturas metían a espada con las madres juntamente y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca; pegándoles fuego así los quemaban.”

El terror era metòdic, extens, universal, i inconcebiblement cruel: “Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos, en aquellos tormentos desesperados se les salían las ánimas. Una vez vide que teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco principales señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que verdugo, que les quemaba, no quiso ahogallos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen, y atizóles el fuego hasta que se asaron de espacio como él quería.” Supose que el capità pogué dormir sense molèsties. Com que no tots acceptaven de grat els avantatges de la conquesta, els que podien escapaven a les muntanyes, “huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano”, però els civilitzadors “enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco.”

 

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