Avui és dijous, 21 de novembre de 2024 |
1 | Joan F. Mira | El Temps, núm. 1520 | 30/07/2013
Continuem la mostra, i tornem de moment a La Española: “Aquí llegó una vez el gobernador que gobernaba esta isla con sesenta de caballo y más trecientos peones... y llegáronse más de trecientos señores a su llamada, seguros, de los cuales hizo meter dentro de una casa de paja muy grande los más señores por engaño, y les mandó poner fuego y los quemaron vivos...” En la mateixa illa, “El quinto reino se llamaba Higüey”, i allà penjaren la reina, “y fueron infinitas las gentes que yo vide quemar vivas y despedazar y atormentar por diversas y nuevas maneras de muertes y tormentos y hacer esclavos todos los que a vida tomaron.” Fra Bartolomé ho va veure en persona, i coneix molts altres horrors per informes directes de frares i bisbes: ell no s’inventa res, o molt poc. Com quan recorda el sistema d’“encomienda”, és a dir treball forçat o esclavitud massiva a canvi, en teoria, de bateig i doctrina cristiana, i el resultat: “Murieron ellos en las minas de trabajo y hambre, y ellas en las estancias o granjas de lo mesmo, y así se acabaron tantas y tales multitúdines de gentes de aquella isla, y así se pudiera haber acabado todas las del mundo.” A les illes, i a tot arreu: “Débese de notar otra regla en esto: que en todas las partes de las Indias donde han ido y pasado cristianos siempre hicieron en los indios todas las crueldades susodichas y matanzas y tiranías y opresiones abominables en aquellas inocentes gentes, y añadían muchas más y mayores y más nuevas maneras de tormentos...” L’horror, per tant, no era l’excepció, era la norma. Amb un gran esperit legalista, això sí, i carregats de raó monstruosa: com que, per propi decret, la terra “descoberta” era dels conquistadors, qualsevol resistència era una rebel·lió. Fins i tot si els “rebels” no ho podien saber ni ho sospitaven. Per això hi havia el “Requerimiento”: arribava la tropa prop d’una població, de nit, quan tots dormien, i a una certa distància, on ningú no els sentia, els nobles soldats llegien el paper oficial: “Caciques e indios desta tierra firme de tal pueblo, hacemos os saber que hay un Dios y un papa y un rey de Castilla que es señor de estas tierras: venid luego a le dar obediencia, etc. Y si no, sabed que os haremos guerra y mataremos y cativaremos, etc. Y al cuarto del alba, estando los inocentes durmiendo con sus mujeres e hijos, daban en el pueblo poniendo fuego a las casas, que comunmente eran de paja, y quemaban vivos los niños y mujeres y muchos de los demás antes de que acordasen. Mataban los que querían, y los que tomaban a vida mataban a tormentos porque dijesen de otros pueblos de oro o de más oro de lo que allí hallaban, y los que restaban herrábanlos por esclavos.”
Va ser un llarga història de mort i d’extermini, d’extrem a extrem, sense recança ni dubtes, torturant i matant cada dia. Com a Nicaragua, on el governador “Enviaba 50 de caballo y hacía alancear toda una provincia mayor que el condado de Rusellón, que no dejaba hombre ni mujer ni viejo ni niño a vida por muy liviana cosa...” I on els que no eren morts per l’espasa, la llança o el foc, podien caure després rebentats com a bèsties de càrrega: “Y acaeció vez de muchas que esto hizo que de cuatro mil indios no volvieron seis vivos a sus casas, que todos los dejaban muertos por el camino. Y cuando algunos cansaban y se despeaban de las grandes cargas y enfermaban de hambre y trabajo y flaqueza, por no desensartarlos de las cadenas les cortaban por la collera la cabeza y caía la cabeza a un cabo y el cuerpo a otro...” Així anaven les coses en la terra ferma, i a la Nueva España, en dotze anys, “son tantos y tales los estragos y crueldades, matanzas y destruiciones, despoblaciones, robos, violencias y tiranías, y en tantos y tales reinos de la gran tierra firme, que todas las cosas que hemos dicho son nada en comparación de las que se hicieron...” Durant “lo que ellos llaman conquistas” han mort “cuatro cuentos de ánimas”. El bisbe Las Casas no s’equivocava: “ells” en deien conquista, i era només crueltat, matança i destrucció. Cinc segles després, a Espanya en deien “encontre de pobles” o de cultures, i ho celebraven amb grans festes, alta velocitat, exposicions ruïnoses i l’entusiasme del govern socialista. No van llegir el llibre de Las Casas, ni el seu lament final: “Y por compasión que he de mi patria, que es Castilla, no la destruya Dios por tan grandes pecados contra su fe y honra cometidos en los prójimos...” Amén.
| Joan F. Mira | El Temps, núm. 1519 | 23/07/2013
Ja sabran disculpar-me lectors estimats, si aquests dies del ple de l’estiu, de calors i vacances, cervesetes i sol a la platja, els propose lectures cruels, tan allunyades, aparentment, de tot fet o interès actual. Però és el cas que jo mateix, aquest mes de juliol, en comptes de consumir llibres lleugers, he llegit, entre altres volums consistents, la Brevísima relación de la destruición de las Indias, de fra Bartolomé de las Casas, bisbe de Chiapas, obra tan coneguda de nom com desconeguda de fet, i de la qual he pensat que els podia oferir una curta antologia: tria de textos amb escàs comentari. Textos com aquest, que il·luminen l’obra exemplar dels conquistadors espanyols, la manera com van tractar aquelles gents: “Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte hasta hoy, y hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas por las extrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán, en tanto grado que habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales dellas docientas personas.” Un “cuento” vol dir un milió, i Las Casas exagera: la població de La Española (Santo Domingo) no va baixar en pocs anys de 3.000.000 a 200, sinó “únicament” de 1.000.000 a 20.000! Però continuem: “De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles por sus crueldades y nefandas obras, han despoblado y asolado, y que estan hoy desiertas, estando llenas de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Portugal y Aragón en ellos... Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías y infernales obras de los cristianos injusta y tiránicamente más de doce cuentos de ánimas, hombres y mujeres y niños...” Las Casas, ací, es queda curt: els càlculs actuals indiquen que la població destruïda en poques dècades, entre les illes i el continent, va arribar als 20.000.000. Segurament, en tota la història del món, mai tan pocs van fer tant de mal a tanta gent. Perquè els destructors eren molt pocs, a penes un grapat de milers en total, i els destruïts van ser innombrables. Per procediments com aquest, quan ocupaven poblacions indefenses: “Los cristianos, con sus caballos y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades en ellos. Entraban en los pueblos ni dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres y daban de cabeza con ellas en las peñas... Otras criaturas metían a espada con las madres juntamente y todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a honor y reverencia de nuestro Redentor y de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos. Otros ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca; pegándoles fuego así los quemaban.”
El terror era metòdic, extens, universal, i inconcebiblement cruel: “Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos, en aquellos tormentos desesperados se les salían las ánimas. Una vez vide que teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco principales señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que verdugo, que les quemaba, no quiso ahogallos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen, y atizóles el fuego hasta que se asaron de espacio como él quería.” Supose que el capità pogué dormir sense molèsties. Com que no tots acceptaven de grat els avantatges de la conquesta, els que podien escapaven a les muntanyes, “huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano”, però els civilitzadors “enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco.”
| Joan F. Mira | El Temps, núm. 1518 | 16/07/2013
Pensant no tant en els seus avantpassats propis com en els pagesos dels pobles flamencs a una banda i a l’altra de la ratlla entre Bèlgica i França, la gran Marguerite Yourcenar escrivia cap al 1970 en Souvenirs pieux, el primer dels tres extraordinaris volums de memòries: “Patien, certament, dels mals que els progressistes ingenus del segle XIX van creure superats per sempre: en temps de carestia no tenien prou queviures, i per contra en temps d’abundància se n’atipaven amb un vigor que nosaltres no arribem a imaginar; però no se sustentaven d’aliments desnaturalitzats en l’interior dels quals circulen verins insidiosos. Perdien un tràgic percentatge d’infants en la primera edat, però es mantenia alguna forma d’equilibri entre el medi natural i la població humana: no patien el pul·lulament que produeix les guerres totals, desclassa l’individu i podreix l’espècie. Sofrien periòdicament la violència de les invasions; però no vivien sota la perpètua amenaça atòmica. Sotmesos a la força de les coses, no ho estaven encara al cicle de la producció frenètica i forçada i del consum imbècil. Fa cinquanta anys, o a penes trenta anys, aquest pas d’una existència precària de bèsties dels camps a una existència d’insectes que s’agiten en el seu termiter li semblava a tothom un progrés incontestable. Avui comencem a pensar d’una altra manera”.
La nena Marguerite Antoinette Cleenwerck de Crayencour, prop de seixanta anys després, recordava com era l’“existència precària” que havia conegut (sense haver-la patit en persona) als camps i poblets de l’Hainaut o del Pas-de-Calais, amb els ulls infantils i adolescents de qui els visita des de la ciutat o els contempla des del parc d’un château familiar. Això era l’any 1913, posem per cas, quan la nena en tenia només vuit, o poc abans i poc després. I ara, passat un segle sencer (i més de quaranta anys després d’aquell 1970 que ja sembla remot), qui sap si jo podria escriure pensaments molt semblants recordant el meu 1948 o el 1953, quan havien passat trenta-cinc o quaranta anys de la infantesa d’aquella xiqueta que era encara la fille Crayencour, no Yourcenar l’escriptora. Perquè a les primeries d’aquell segle XX, a les zones d’Europa ja amb un domini complet de la indústria es podien sentir plenament els efectes del gran canvi o gran pas que “li semblava a tothom un progrés incontestable”, però els efectes del gran canvi serien encara, poc més tard (sense comptar, o comptant, les mutacions i els sotracs de les dues grans guerres, primera i segona) més profunds, més extensos i més radicals.
Han sigut tan veloços i tan radicals, que al llarg de les dues dècades centrals del segle XX, entre 1940 i 1960, que són els anys de la meua infantesa, adolescència i primera joventut (els primers vint de la meua vida i de la vida dels meus companys de generació), en la major part d’Europa es completava definitivament el trànsit d’una època a una altra, d’una civilització encara amb molts components gairebé medievals (“una existència de bèsties del camp”) a allò que en podríem dir la modernitat consumada o contemporaneïtat, trànsit del qual solem estar tan contents i pagats (almenys fins ara, quan allò que anomenem “progrés” és una condició incerta i trencadissa). Va ser el temps en què als pobles i viles, i d’una altra manera també a les ciutats, es va produir un moviment geològic de fons, una commoció (material i social, cultural i moral) tan intensa que alterà ja per sempre l’experiència i les formes de viure.
La mutació ha sigut tan profunda, general i veloç com, molt probablement, en cap altre temps de la història: tant, que per als meus fills la meua vida d’infant i adolescent és gairebé incomprensible, i per als meus néts és una vida simplement inimaginable, és com un conte d’un temps remotíssim o de terres llunyanes i exòtiques. Per acostar-los només una mica a la meua infantesa, cal explicar el nombre infinit de les coses que “abans” existien i ells no han conegut ni poden conèixer, i el nombre igualment infinit de les que ara existeixen i “abans” no existien ni tan sols, moltes d’elles, en la ciència-ficció o en les càndides fantasies futuristes. Alguna cosa nova i mai no vista ens ha passat, quan jo puc imaginar i entendre la infantesa del meu avi, i els meus néts no poden entendre o imaginar la meua. Espere que els filòsofs de la història o els sociòlegs d’aquesta vida informàtica i líquida s’ocupen aviat d’explicar-nos quina és aquesta cosa.
| Joan F. Mira | El Punt Avui | 12/07/2013
Hi ha moltes maneres de contemplar o evocar el pas remot de la història, contemplació tan necessària en aquest temps de present ignorant i agitat. Per exemple, recordant, reinventant o refent aquells dies de la meua infantesa en què no anava a escola perquè estava una mica malalt, prou per no eixir però no per fer llit, i podia passar-me les hores només contemplant el carrer. El mur exterior de ma casa tenia més de dos pams de gruix, i per tant l’espai interior de la finestra de la saleta d’estar, una finestra enreixada i gran, formava un buit on quedava una mena de banc elevat, com aquells bancs de pedra als finestrals dels palaus medievals o reinaixentistes on les dames cosien o brodaven, conversaven i observaven el pas dels vianants. Allà dins seia jo, fullejava un tebeo o llegia algun llibre il·lustrat, i sovint em quedava mirant com passaven els núvols, observant com plovia molt o poc, com s’omplien ràpidament d’aigua els intersticis de les llambordes del carrer que quan estaven mullades brillaven amb reflexos blavosos o negres, com s’estenien bassals d’aigua bruta i de fang líquid entre els carrils del tramvia i com, en les hores de gran pluja, es formaven reguers que anaven omplint la claveguera estreta descoberta, que corria entre la via i la vorera de ciment.
I des de l’observatori mirava passar, de matí i de vesprada, el trànsit intermitent dels vehicles, cotxes, camions i carros, i sobretot esperava el pas més o menys regular dels tramvies, anunciat pel soroll estrident de metalls i el grinyol de les rodes, que era un pas de finestres quadrades i grogues de fusta que semblava veloç justament perquè es produïa molt prop de la meua finestra, i de perfils de cares mig esborrades pels vidres bruts de pols o banyats, un pas com d’imatges de cinematògraf. De vianants, per davant de ma casa en passaven molt pocs, ja que aquell era l’extrem del barri de La Torre, la ratlla o límit meridional del terme de València passava prop del nostre petit veïnat, i fins als pobles propers hi havia ben bé un quilòmetre o més de camí despoblat, sense vorera, només séquia i canyars entre els camps i el tramvia. Jo contemplava, doncs, el trànsit de la carretera, camí reial de Xàtiva, camí de Madrid per Almansa, oficialment Carretera Nacional 340 de Cadis a la frontera de França, i molts segles abans Via Augusta de l’Imperi, de Roma o a Roma.
Contemplava el trànsit del meu carrer o carretera (un carrer que jo veia tan llarg i tan recte que es perdia en l’horitzó del nord, cap al centre de la ciutat, o en l’horitzó de migjorn, cap als pobles de l’Horta), tal com algun altre xiquet degué mirar més de dos mil anys abans, assegut a la vora d’aquell mateix camí o a la porta de la seua cabana, el pas de persones i de bèsties de càrrega. Per davant d’aquells ulls meus dels dies contemplatius a la finestra, podia haver transitat tota la història d’un país de ponent de la Mar Nostra i de llevant d’aquest extrem meridional i occidental d’Europa que en diuen península Ibèrica. Ibèrica pels ibers, que fa vint-i-cinc segles ja passaven per davant de ma casa. ¿Per on havien de passar els edetans o els contestans, quan viatjaven amunt i avall del litoral, sinó per aquest mateix camí no encara imperial ni reial, que llavors devia ser a penes una senda una mica més dreta i més ampla que les altres, que pocs segles més tard seria anomenat Via Augusta i pel qual mentrestant passarien les tropes d’Anníbal amb els seus elefants, marxant lentament cap a Itàlia i deixant al seu pas –el pas de tants milers de cavalls, desenes de milers d’homes i centenars de carros, i el pes dels dotze paquiderms– un camí ben batut, i eixamplat?
Passaren per ací, per on també marxaven poc més tard les legions d’Escipió venint de Tarragona, i els veterans de les guerres de Viriat, tant si eren legionaris llicenciats com si eren lusitans exiliats a la força, vinguts a poblar la nova ciutat de Valentia, l’eix nord-sud de la qual, després de travessar-la per lloc mateix on ara hi ha la catedral i abans la mesquita i abans un temple de Júpiter, continuava pel carrer que ara en diem de Sant Vicent, eixia cap a Saetabis que ara és Xàtiva, i passava, no com a camí reial sinó com a via imperial, tot just per davant de ma casa, llavors com vint segles després. La qual via rebé el nom pompós de Via Augusta perquè sembla que fou Octavi August qui n’ordenà la reforma i pavimentació amb les llambordes grans que es poden veure encara a la plaça de l’Almoina de València, precursores de les petites que jo contemplava, i va ser coneguda també amb el nom de Via Hercúlia perquè arribava fins a Cadis, prop de l’indret “dov’Ercule segnò li suoi riguardi”, les columnes com a senyals més enllà de les quals començava el misteri, tal com recorda Dante en el cant XXVI de l’Inferno.
Via que, anant cap a Roma, enllaçava a Narbona amb la Via Domitia, la qual al seu torn era continuació de la Via Aurelia, que eixia de l’Urbs per la porta del mateix nom, Porta Aurelia, que jo travessava també molts i molts anys després (quaranta) cada matí de bona hora, eixint de l’Acadèmia Espanyola, al capdamunt del Gianicolo, fent un colp d’ull a la millor vista sobre la ciutat, passant per davant del templet de Bramante i d’un altre templet de marbre blanc mussolinià que deia “Roma o Morte”, i baixant per la part exterior de la muralla, igualment dita Via delle Mura Aurelie, amb els vells murs romans a la dreta i a l’esquerra la vista sencera del Vaticà des de l’altura, fins arribar a la plaça de Sant Pere, enmig de la qual en aquella hora matinera hi havia sempre un home agenollat amb els braços oberts, un d’aquells bojos innocents de Roma, que demanava a grans crits perdó pels seus pecats, i llavors jo entrava per la porta de darrere als patis i a la biblioteca, a buscar llibres, papers i notícies sobre els nostres compatriotes de la família Borja, vinguts des de Saetabis/Xàtiva a construir aquests espais vaticans interiors que porten el seu nom, Cortile Borgia, Appartamenti Borgia, Torre Borgia. I sovint, al llarg d’aquells mesos de tardor i d’hivern, imaginava que, si des del Gianicolo seguia la via cap al nord, si no la deixava i després de Gènova tombava a ponent i després cap al sud, si feia el recorregut de l’Aurelia, la Domitia i l’Augusta, podia arribar caminant, sense perdre’m, fins a la porta mateixa de casa, fins on havia nascut i havia sigut infant i adolescent, des d’on havia contemplat un trànsit tan antic. I això és també la història d’un nen contemplatiu i d’un país.
| Joan F. Mira | El PaÃs - Quadern [CV], núm. 640 | 11/07/2013
Sabia l’olor de la terra llaurada i de l’herba segada, l’olor de la terra regada i de l’herba mullada per l’aigua de pluja, l’olor de la palla i l’olor de l’alfals sec, de l’alfals verd quan anava a segar-ne un cabàs per als conills i de l’alfals triturat amb una picoladora manual, l’olor de la verdolaga i de la corretjola tallades pel llegonet de birbar, l’olor intensa i groga de les mates de tomatera quan les lligava a la barraqueta de canyes, l’olor de la terra torrada d’agost, l’olor dels camps de matí, a migdia i de nit. A vuit anys jo sabia tot això, a més dels rius d’Espanya, la Història Sagrada i el catecisme de la primera comunió, tot sencer de memòria. I a deu, a més a més, ja sabia la conjugació llatina, els verbs francesos, viatjar sol amb tramvia, i travessar el vell hospital i els carrers de les putes. Però aquells anys meus degueren ser els últims, o els penúltims, de l’esplendor intacta d’una cultura antiga i d’un paisatge que havia costat molts segles de crear, quan tota la terra a la dreta del riu, a migjorn de València, era pulcrament treballada amb la perfecció d’un art, quan a totes les hores els camins i les sendes eren transitats per carros i cavalleries o per llauradors amb l’aixada al muscle i un cabasset en la mà, i si jo passejava o corria entre els camps a cada pas hi podia trobar homes llaurant o entaulant o birbant o segant o plantant o collint o carregant hortalisses al carro, una presència humana en moviment incessant. I en aquelles llargues passejades meues no trobava un sol camp amb la terra abandonada o erma, ni cap alqueria que no estiguera viva i abundantment habitada, cap barraca que no estiguera emblanquinada, agranada i amb testos de flors, com la del tio Rellamp, o barraca del Cec, on acompanyava sovint el meu avi que hi acudia quasi cada vesprada, i allà tenien, a l’hivern al costat de la llar i a l’estiu a l’ombra de la parra, llargues converses d’homes de més de vuitanta anys, el meu avi llegia el diari en veu alta davant de l’amic sense vista, i jo conserve molt clara una imatge de pobresa serena d’aquella barraca petita i antiga, amb teulada de palla d’arròs que es renovava periòdicament, i amb l’interior sense paviment de rajoles, només de terra batuda que tanmateix, tot i ser només terra, mai no tenia brutícia ni pols. Era com una educació, en efecte, perquè era una cultura.
| Joan F. Mira | El Temps, núm. 1517 | 09/07/2013
“Qui ho hauria cregut?”, es preguntava fa alguns dies l’editorialista de Le Monde: a menys de tres mesos de les eleccions legislatives a Alemanya, pareix com si els europeus es trobaren davant d’una nova Angela Merkel. No una Angela que s’oposa per sistema a la integració financera, la unitat bancària (que se suposa que ha de resoldre tants problemes, però jo no n’estic tan segur...) i a prendre en consideració res que no siga austeritat i estalvi. Sinó una Angela que, amb sorpresa general, ara es mostra favorable a un govern (o governació?) econòmic de la zona euro, fins i tot amb un president a temps complet. I que, nova meravella, afirma que la seua prioritat és la lluita contra la desocupació dels joves europeus (amb gran alegria dels estats presumptament beneficiaris i grans somriures satisfets de Mariano Rajoy).
Bé, doncs, resulta que la senyora Merkel ha presentat, de cara a les eleccions alemanyes de setembre, un programa amb promeses tan costoses i cares com les més “progressistes” que podria presentar l’esquerra. Una altra cosa és que, arribat el cas, aquestes promeses es puguen complir, però no sé si això té gran importància, vist com van les coses una mica pertot. Per començar, als mateixos pactes, tractes, acords i negociacions de les institucions de la UE, i més encara dins del grup de països de l’euro: es prenen acords preciosos, s’obliden o es deixen de banda, un any després es tornen a discutir, negociar i aprovar, i així fins a la pròxima conversa. Cada acord acordat queda pràcticament instal·lat als llimbs, i ni flueixen els crèdits per a les empreses, ni els joves han vist un euro per a afavorir l’ocupació, ni l’acumulació dels dèficits arriba mai a baixar (tal com passa exemplarment amb els governs espanyols successius: firmen el decret o la llei, l’envien al Butlletí Oficial de l’Estat, i problema resolt, perquè de l’aplicació mai no se’n parla). Però deixem-ho córrer: en alguna cosa han de passar l’estona, i fer com que fan però sense fer. I mentrestant, Frau Merkel, amb raó o sense (més sense raó que amb raó) és objecte general de crítica i sarcasme, a Grècia la pinten amb bigots de Hitler, a França i a Itàlia la miren amb recel, i a Espanya hom li atribueix públicament baixos instints perversos de domini, sadisme, crueltat i unes idees i un programa de destrucció massiva contra tota l’Europa no germànica. Pobra senyora, qui li ho havia de dir quan creixia en un país comunista, a casa d’un pare pastor luterà.
Resulta, però, que Angela Merkel no és cap estricta dominanta, ni tancada d’idees, ni un petit monstre amb aspecte innocent de mestressa de casa. És un personatge polític d’altíssima talla, capaç, a més a més, de canviar d’idea i de sorprendre. Per exemple, i no és banal: era partidària clara de l’energia nuclear, i el març de 2011, a l’endemà de la catàstrofe de Fukushima, no dubtà a programar l’abandó, en deu anys, de les centrals nuclears alemanyes. Cosa que l’esquerra francesa no ha fet ni farà, ans al contrari. Ara mateix, en la cimera sobre l’ocupació, es presenta com a impulsora dels programes en favor dels joves europeus, com una socialdemòcrata qualsevol. Frau Merkel, doncs, vista la realitat de les coses (la realitat real i la política), ha decidit afluixar el rigor, permetre que els ofegats respiren una mica. Per exemple, amb programes d’inversió i de despesa a Alemanya que incrementaran la demanda interior, i per tant les exportacions d’altres països. Si aquestes mesures i d’altres, i aquests canvis d’actitud, són purament tàctics o fruit d’una estratègia més àmplia, és una qüestió irrellevant: Frau Doktor Merkel, per educació i per convicció, és una governant perfectament racional (no com uns, i unes, altres...), i l’estratègia i la tàctica estan al servei d’una idea política: el principi de l’estabilitat, la seguretat i l’equilibri, en primer lloc per a Alemanya i, si pot ser, per a Europa sencera. Ens agradarà o no, però el fet és que ni l’esquerra alemanya ni les esquerres europees de govern no han presentat, fins ara, cap alternativa global efectiva i creïble: François Hollande, desinflat, n’és la prova més trista. I la resta, compta ben poc o no compta.
| Joan F. Mira | El PaÃs - Quadern [CV], núm. 639 | 04/07/2013
Al llarg de tot el segle XIX l’apropiació de la “cultura” per les classes “altes” (altes en diners, en poder, o en “superioritat” intel·lectual) va devaluar tot allò que havia estat produït pels estaments més “baixos”, “incultes”, rurals o populars, definit com a culturalment inferior; simple material per al folklore o l’etnografia, que també apareixen com a disciplines “científiques” en aquest mateix període. La cultura que s’ha fet lluny del poder (del poder polític, econòmic, ideològic) no era considerada, per aquest mateix poder, com a verdadera cultura. Són conceptes o actituds que vénen del segle XIX, o del segle XVIII, però arriben amb plena vigència fins a finals del segle XX, i continuen. Pensem només en les inversions que, en les últimes dècades, s'han dedicat als museus dits “d’art contemporani”, comparades amb les que ha rebut la preservació i exhibició de la “cultura popular” o equivalent. Els primers anys vuitanta, vam crear ex nihilo el Museu d’Etnologia de València. Immediatament després, va ser creat, al costat mateix, l’Institut Valencià d’Art Modern (IVAM). El Museu d’Etnologia va costar, en tot i per tot, potser uns trenta o quaranta milions de pessetes, incloent-hi les obres de condicionament de les sales i l’adquisició, transport, preparació i catalogació d’uns cinc mil objectes, alguns del tot excepcionals. Un cost irrisori, que només s’explica per una vocació suïcida (la meua pròpia, per exemple) i per la modèstia física d’aquelles instal·lacions provisionals. L’IVAM va costar tres o quatre mil milions, si no vaig errat. L’IVAM ha estat una institució exemplar. Res a dir: al contrari. La qüestió no és si ha estat un museu útil i ben dirigit, fet del tot indubtable (només en les primeres etapes, ai dolor!). La qüestió és que, per als poders públics, el conjunt de les expressions materials de la “cultura popular” valia només un 1% del grapat d’objectes definits com a “art contemporani”. Llavors els caps polítics de la cultura al País Valencià –intel·lectuals d’esquerra– em deien antiquat perquè jo no acceptava aquesta forma monstruosa de classisme: el menyspreu de qui és vist o pensat com a inferior. Ara l’IVAM és allò que és i, com sempre, sic transit gloria mundi.
| Joan F. Mira | El Temps, núm. 1516 | 02/07/2013
Molt honorable senyor president de la Generalitat Valenciana. El firmant d’aquest escrit, Joan F. Mira i Casterà, natural de València i veí de Castelló, respectuosament sotmet a la vostra consideració: Un: Que ha tingut coneixement del text de la proposició no de llei que el síndic del Grup Parlamentari Popular ha presentat a la Mesa de les Corts Valencianes, demanant “la tramitació especial d’urgència sobre que es reconega per la RAE al valencià la seua categoria de llengua o idioma propi dels valencians”.
Dos: Que, atesa la urgència especial de la proposta, ha llegit atentament els raonaments que la sostenen, lectura que l’ha deixat profundament impressionat i passablement desconcertat. En primer lloc, perquè, en efecte, impressiona saber que la parla dels valencians parteix de la més profunda prehistòria, que s’escriu ja des del segle VI abans de Crist amb el llenguatge ibèric, i que “després de les aportacions successives a partir de les fenícies, gregues i llatines, ha arribat als nostres dies en la forma en què la coneixem”: es tracta d’una notícia o descobriment que revoluciona radicalment la prehistòria i la protohistòria del Mediterrani, els coneixements sobre la llengua dels ibers, i els fonaments mateixos de la filologia europea.
Tres: Que, per la transcendència que tal descobriment pot tindre en els àmbits científics i acadèmics internacionals, convindria que la Presidència de la Generalitat instara formalment les nostres universitats i altres institucions acadèmiques a aprofundir els estudis que amb seguretat han de donar més solidesa a aquestes informacions; i convindria igualment que el govern valencià promoguera la celebració d’un gran congrés internacional sobre un tema de tan gran transcendència i que pot aportar un immens prestigi a la nostra Comunitat, titular d’una llengua tan rigorosament excepcional quant als seus orígens i evolució.
Quatre: Que, amb la mateixa especial urgència, la Generalitat Valenciana, i especialment la Conselleria d’Educació i Cultura, s’hauria de posar en contacte amb la Diputació General d’Aragó per tal d’establir convenis de col·laboració per investigar paral·lelament la llengua iberovalenciana i la llengua aragonesa pròpia de l’àrea oriental (LAPAO), descoberta també en dates molt recents i també per via parlamentària, les quals probablement tenen un mateix fons comú que explicaria la seua absoluta singularitat.
Cinc: Que aquestes iniciatives, si tingueren èxit, podrien alterar el criteri de la Real Academia Española (lloable objectiu de la proposta del Grup Popular a les Corts), criteri sostingut pel president i una vintena de membres de la RAE, ja fa anys, en un document que afirma: “Es culturalmente aberrante todo intento (como el que contemplamos ) de desmembrar el País Valenciano de la comunidad idiomática y cultural catalana por la que, como escritores e intelectuales españoles, no tenemos sino respeto y admiración, dentro de la cual el País Valenciano ha tenido y tiene un lugar tan relevante.”
Sis: Que, per tal d’aportar una prova definitiva de la immensa distància entre la llengua iberovalenciana i l’anomenada valencianocatalana, em permet comparar, a manera de mostra, uns paràgrafs de la sol·licitud presentada a les Corts amb la seua traducció. Versió original: “En la cultura ibèrica trobem els valencians el germen de la nostra actual, plasmada de manera fefaent en els monuments arqueològics que es van descobrint: festes, costums, folklore, economia, religió, societat i llengua...” Versió traduïda al valencià-català: “En la cultura ibèrica trobem els valencians el germen de la nostra actual, plasmada de manera fefaent en els monuments arqueològics que es van descobrint: festes, costums, folklore, economia, religió, societat i llengua.” Versió original: “Les aportacions gregues i romanes, visigòtiques i bizantines, musulmanes, castellanes, catalanes, europees i mediterrànies en general, africanes, judaiques i americanes s’assimilen transformant-les en la direcció de la nostra pròpia idiosincràsia.” Traducció al valencià-català: “Les aportacions gregues i romanes, visigòtiques i bizantines, musulmanes, castellanes, catalanes, europees i mediterrànies en general, africanes, judaiques i americanes s’assimilen transformant-les en la direcció de la nostra pròpia idiosincràsia”.
Per tant, sol·licita: Que, davant d’aquesta evidència i de les consideracions anteriors, prenga urgentment les mesures oportunes per protegir la nostra llengua iberovalenciana de qualsevol intent d’assimilació o de confusió amb altres idiomes.
| 1 |
|
|